MELIPILLA.- A través de un mensaje, el obispo Cristián Contreras Villarroel, ha querido relevar esta fiesta, recordando que es propia de la religiosidad popular en Chile, siendo única en el mundo católico, “que acompaña al Señor sacramentado: Jesús Hostia recorre las calles de nuestras ciudades, campos y las costas de la diócesis”.
“Los sacerdotes debían llevar la Hostia consagrada a quienes por enfermedad u otras causas no habían podido asistir a la Vigilia Pascual. En un ambiente de fe, alegría y solidaridad, el sacerdote lleva, el Domingo de Cuasimodo, la Sagrada Comunión a los enfermos y ancianos postrados”, señala el pastor, agregando que, en la antigüedad, “los señores curas iban acompañados por los huasos para custodiarlos de los bandidos que podrían asaltarlos para robarles el copón que no era de oro como creían y sobre todo para evitar la profanación de la Hostia consagrada”.
También relata cómo se desarrolla esta tradición, destacando que la escolta del sacerdote está compuesta por familias, mujeres y huasos bien “cacharpeados”, con su vestimenta “dominguera”, con pañuelo blanco -sin sombrero- en señal de respeto al Santísimo Sacramento, con esclavina y caballos hermosamente adornados. Añade que, en las últimas décadas, suele acompañar un cuantioso grupo de ciclistas y motoristas vestidos para la ocasión con sus vehículos embellecidos.
Es así como Don Cristián expresa que la “Sagrada Eucaristía” se nos da “para fortalecer nuestra esperanza, para despertar nuestro recuerdo de quienes nos transmitieron la fe, para acompañar nuestra soledad, para socorrer nuestras necesidades y como testimonio de nuestra salvación y de las promesas contenidas en el Nuevo Testamento: la vida eterna”.
Finalmente, el obispo recuerda que el 2º Domingo de Pascua, gracias al Papa San Juan Pablo II, es también el Domingo de la Divina Misericordia. “Un signo de la misericordia de Dios son los sacerdotes, diáconos, religiosas y voluntarias de las parroquias que visitan a los enfermos con generosa solicitud”. Por ello expresa su gratitud a los sacerdotes que dedican horas al Sacramento de la Confesión, así como a todos los participantes del Cuasimodo y a las familias que piden ser visitadas para asistir a sus ancianos y enfermos; y a quienes engalanan sus casas y barrios para ver pasar el Santísimo.